domingo, 3 de junio de 2018

UN NUEVO TIEMPO PARA ESPAÑA

    De nuevo, en su comparecencia por la moción de censura, el jefe del ejecutivo, con su característica facilidad de palabra, se deslizó, una vez más, por la pendiente del triunfalismo de su gestión, negando toda corrupción y  afirmando que el "PP" sólo había sido condenado por lo civil, lo que suponía reconocer que no era conocido por su ejecutiva lo que estaba pasando y además, eso ocurrió hace muchos años. A la vez que desplegaba contra Sánchez todo tipo de descalificaciones, incluso del desastre económico que se había producido en Europa el lunes y el martes de esta semana, desmentido por lo que ocurrió el jueves y el viernes. Desplegó todo su argumentarío cuajado de mentiras y medias verdades, le faltó acusarle de la muerte de Manolete. De nuevo le traicionaron la soberbia y su enorme ego, que en esta importante ocasión le impidieron darse cuenta de que en las personas, como en los países, hay momentos en el que sólo se debe optar entre la dignidad o la iniquidad. Incluso su estrategia de dar cuatro días entre presentación y debate, favoreció a Sánchez. Esperemos que en los problemas de Estado responda como lo hizo el nuevo Presidente del Gobierno.  
    En el discurso de respuesta, el entonces aspirante empleó un tono institucional y político, dando respuesta a los compromisos de sus futuros socios y presentando un programa posibilista y concreto, dejando muy claro que en ningún momento se alejaría del mandato constitucional. Logró una de sus mejores intervenciones.
    Quizás Mariano Rajoy no sea consciente aún, pero lo que ocurrió el pasado viernes en el Parlamento debería ser su final, aunque estas decisiones son materia exclusiva de los órganos de su partido, incluso si el expresidente del Gobierno sigue fiel a su máxima más famosa de "resistir hasta el final". En cuanto a Rivera demostró, una vez más, que aún es un líder inmaduro, por votar a Rajoy, sin darse cuenta de que las elecciones anticipadas las impidió la "no dimisión" de Rajoy y que se unía a la Gürtel. 
    La moción era un camino obligado para dar respuesta, desde la ética, a una situación política en la que existía, como decían machaconamente las encuestas, un divorcio entre el pueblo y sus dirigentes. Toda separación implica una ignorancia del otro, de sus necesidades, de sus inquietudes y aspiraciones. Es un enroque en posiciones unilaterales donde la política ha dejado de ser el arte de buscar lo mejor para los ciudadanos sobre la base de la justicia, para convertirse en una empresa privada que busca favorecer a los propios y perjudicar a los contrarios: el gobierno y su mal hacer desplazaron a los intereses generales; la burocracia reemplazó a la buena administración y se pasó de servir al ciudadano a “servirse de él". Para muchos, la política fue una forma de prosperar y de llegar a ser “alguien”. Creo y espero que Pedro Sánchez marcará un nuevo camino en su recién estrenada presidencia y haga de la política un lugar de encuentro, pese a la previsible dureza del "PP". La nueva esperanza lo exige.
    Estamos obligados, además de solventar las desigualdades, a cumplir la Ley de la Memoria Histórica para proclamar definitivamente la paz en España, y a cambiar la Ley de Secretos Oficiales para que los historiadores puedan documentarse y escribir la verdadera historia de ese tiempo. También debería auditarlo todo, pues no dejarán nada. La moción ha tenido la virtualidad de demostrar al mundo que España es una democracia moderna que se comporta como tal y también debería visualizar la unidad del PSOE alrededor de Sánchez. La dificultad de la tarea es grande,  pues en unos meses  debe verse el cambio. Gracias por la generosidad de Podemos y a los que votaron sí.
    Por último despedirme hasta dentro de unas semanas, mientras ordeno y recopilo el material dedicado al tiempo de Rajoy. Gracias por vuestro interés. Hasta pronto.