domingo, 14 de septiembre de 2014

ALGUNAS CARAS DEL SOBERANISMO CATALÁN

    El resurgir del soberanismo catalán se hace visible con motivo de la Diada de 2012. Mas convocará elecciones anticipadas que resultarán un fracaso para CiU. Pese a todo, sin una reflexión que analice las causas, considera que es el momento para acelerar el independentismo, buscando como socio de gobierno a ERC que dará credibilidad al discurso y añadirá su radicalismo; Mas asumirá el gesto, la soberbia, el mérito y el desgaste, presentándola como una consulta al pueblo catalán. El éxito para ERC será rotundo y, sin esfuerzo, pasará en las encuestas a ser la primera fuerza política, mientras CiU continúa su caída. Se recurre al viejo sentimiento patrio y a un victimismo, apoyado en que España lleva 300 años oprimiendo a Cataluña, añadiéndose al esfuerzo de un largo tiempo en el que han resaltado las diferencias en lugar de cultivar las evidentes similitudes, dividiendo a los catalanes en buenos y malos. La búsqueda de apoyos internacionales, como era de esperar, ha resultado un fracaso. 
    La idea generatriz, ante las dificultades de la vía legal a sus pretensiones, será “el derecho a decidir”. El Papa Francisco concluirá ante una pregunta sobre la situación catalana: “Pero la secesión de una nación sin un antecedente de unidad forzosa hay que tomarla con muchas pinzas y analizarla caso por caso”. Es evidente que “el derecho a decidir” es un valor fundamental como pueda ser el derecho a “la libertad”, aunque ambos tienen el límite que establece el Estado de Derecho en una democracia. Sin esos límites, podría realizarse una consulta para separarse de Cataluña en Hospitalet, y al Valle de Aran, o como en Vic donde van a proclamar la independencia con unas primarias. Comportamientos que harían imposible la convivencia. Por otra parte, la lógica nos dice que la opinión deben expresarla la totalidad de los afectados y parece evidente que la secesión de Cataluña afecta a todos los españoles.
    Cualquiera que haya seguido las reivindicaciones históricas del nacionalismo catalán, llegará a la conclusión de que la Constitución de 1978 satisface sus principales aspiraciones: se reconoce la singularidad de Cataluña, con nacionalidad diferenciada; se atribuye a la Generalitat amplias competencias sobre las más variadas materias y fue rápida la transferencia de los principales servicios; además, la lengua catalana fue declarada oficial; así se aprobó. Sobre esta base no puede plantearse un secesionismo sin razones y sin un plan concreto de futuro, con el lenguaje heroico del ofendido.
    Para entender algo del proceso, seguimos a Álvarez Junco (EL PAÍS, 4/9/14) que, sobre el nacionalismo, dice: “sabemos que combina mal con el capital y se explica fácilmente en términos de clase, pero, en cambio, se combina y se explica bien, como tantas otras pugnas identitarias, en términos de corporativismo y clientelismo”. El caso de la familia Pujol es un claro ejemplo de ese corporativismo y clientelismo. Su primer objetivo es asegurarse que ese trozo de pastel sea sólo nuestro, de los de aquí de siempre. De todo ello podemos deducir que Pujol no es excepción, como pretende Mas, sino que puede ser un fuerte elemento motivador para algunas de sus élites. 
    Pese a las caras mostradas, todo lo ocurrido nos indica que la convivencia de los españoles está en riesgo y ahora a los gobernantes les toca la iniciativa de encontrar soluciones. Parece que Mas pretende que las soluciones se las dé la calle, mientras Rajoy se empeña en ir contra la calle, así no se llega a ningún sitio. La reiterada afirmación de Más de no ir contra la ley abre un camino, al que puede unirse el de la tercera vía. Rajoy tiene la palabra. En cualquier caso una reforma de la Constitución va pareciendo cada vez más necesaria. ¡Ojalá la solución sea con visión de futuro y no electoralista!

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