domingo, 7 de septiembre de 2014

MALANDRINES, FANFARRIAS Y TRINCONES

    Los adjetivos del titular, muy populares en otro tiempo, nombraban a los malintencionados, jactanciosos y corruptos si los traducimos, de manera libre, al lenguaje actual. En ese “otro tiempo”, esos calificativos, aportaban una musicalidad más despectiva, acorde con el concepto que el pueblo tenía de ellos. Entonces los afectados eran gente sin cultura, sin poder, que ocupaban los estratos más bajos de una sociedad  clasista; hoy las referencias apuntan a gente con alto nivel de poder, influencia y situación social. Antes se referían a ellos como “lacra”, hoy la “lacra” son determinadas élites del poder. Los trincones podían ser condenados, incluso a galeras, por robar gallinas; los corruptos se mueven en la más absoluta impunidad y hasta son admirados y votados, robando millones de €. Antaño eran una anécdota de esa sociedad, hoy son el gran problema nacional. El inicio del curso político nos está presentando un poder empeñado en ser “lacra” para  seguir siendo poder. Son otros tiempos.
    El pasado martes, el ministro Montoro nos hizo una buena representación de “malandrín” en el caso Pujol. Su trayectoria de ministro está marcada por reducir los efectivos de la Agencia Tributaria, declarar una amnistía fiscal para proteger a sus amigos, no hacer pública la lista Falciani por la misma razón, no perseguir el fraude fiscal y proteger la información sobre el caso Bárcenas; tampoco tiene en cuenta que su partido es, hasta ahora, el más corrupto. Con ese historial decide ahora cumplir con lo  que él cree es su obligación. Pese a las dudas jurídicas, decide oportunamente informar sobre los datos privados, añadiendo afirmaciones como: “Estamos ante un caso impresentable”, “El fraude no se espía con una carta novelada de disculpas”, “Es por casos como éste cuando cunde el desánimo de los ciudadanos” e incluso ha llegado a calificar los hechos como delitos. Dios, que buen vasallo si hubiera buen señor.
    Rajoy nos ha dejado muestras excelentes de sus “fanfarrias”: después del camino de Santiago con Merkel, nos contó que España quedaría mejor situada que nunca en las instituciones financieras; el domingo pasado en Pontevedra nos dijo, con ese triunfalismo del que ahora hace gala: “Aquí no hablamos de brotes verdes, sino de raíces vigorosas”. A los pocos días conocemos que el fracaso con De Guindos y Cañete, hace que la representación de España, hasta ahora, esté al peor nivel en las instituciones europeas desde que entramos en la UE. El BCE afirma que Europa puede haber entrado en deflación y toma medidas para lo que califica de una situación al borde del abismo. España es una de las más afectadas por esta situación y la OCDE advierte que la baja de los salarios en España (2%) pone en peligro la economía, a la vez que afirma que las cifras de creación de empleo se consideran insuficientes para fortalecer la “incipiente” recuperación. Las medidas testifican que los créditos a las PYMES y familias no fluyen. La  cordura de los españoles merece los matices de la verdad.
    En lo que respecta a “trincones”, ahora corruptos, se ha generalizado tanto que nadie puede tirar la primera piedra. Con este reconocimiento, que debiera producir la renovación de buena parte de la clase política y empresarial, hay que destacar que singularizar al PP en este mar de corrupción se debe a las siguientes causas: tener el gobierno de la nación y el de la mayoría de autonomías y ayuntamientos y con ello máxima responsabilidad; su corrupción supera a la de todos; la falta de colaboración con la justicia es notoria, así como las mentiras en los medios de comunicación, en sede parlamentaria y judicial, y por la permanencia en su cargos de numerosos imputados. Hoy los papeles de Bárcenas tienen más credibilidad que las declaraciones del gobierno. El comienzo no tiene buenos presagios para el gobierno. Buena Feria.

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