domingo, 22 de abril de 2012

PROSPECTIVA SOBRE EL FINAL DE LA CRISIS (¿HACIA DONDE VAMOS?) 2ª PARTE

     Los partidos políticos que pactaron nuestra democracia fueron reconocidos, desde el ministerio de la Gobernación, con sus cúspides de poder nacional conformadas, las mismas que debieron hacerse cargo de los pactos de la transición. A partir de ahí, buena parte de las ciudades y provincias formaron sus agrupaciones locales o provinciales como auténticas franquicias de las ejecutivas nacionales, careciendo completamente de autonomía. Los estatutos de la práctica totalidad de estas formaciones políticas se redactaron, cada uno con arreglo a sus estructuras históricas, de acuerdo con la situación de inseguridad de entonces; básicamente preocupados por mantener la unidad del poder y preservar a éste de posibles cambios. Otro tanto ocurrió con la Ley Electoral que buscó principalmente la estabilidad de los gobiernos por encima de la representación proporcional de los elegidos, dando ventajas, debido a los pactos constitucionales, a los partidos nacionalistas. La misma Ley defendió con los mismos objetivos el bipartidismo: la Ley d’Hont para la distribución de escaños y el mantenimiento de la circunscripción provincial (distribución que supone un importante número de votos  perdidos para los partidos menores) son claros ejemplos de esta tendencia. Con el paso del tiempo, se ha producido el ejercicio pleno de las autonomías, ya no hay temores sobre el mantenimiento de la democracia y se ha producido la pérdida de importancia de los subdelegados del gobierno (antes gobernadores civiles), que justificaban políticamente la división provincial, sustituidos por los delegados del gobierno en cada autonomía. En este nuevo tiempo el mantenimiento de todas las cautelas con las que nacieron los partidos y la Ley Electoral, resulta hoy un arriesgado anacronismo. 


Parte segunda (sobre los partidos políticos)

Teniendo en cuenta la importancia de los partidos para el buen funcionamiento de la democracia, conviene que realicemos una reflexión, ahora bajo el supuesto de que se sigan manteniendo los principales elementos que conforman los actuales estatutos de funcionamiento interno donde se continua, prácticamente en todos, el anacronismo apuntado (con las mismas víctimas y beneficiados de entonces), reconociendo que algunos están más cerca de la deseable democracia interna (PSOE e IU) que otros como el PP. Aunque todos ellos presentan rigideces importantes a la hora de la participación de las bases que repercuten en la situación final de nuestra democracia:

Aspectos que influyen en el funcionamiento de los propios partidos:
  • Ausencia de debate interno. Los militantes tienen tendencia al servilismo interesado. De no cambiar, seguirá dominando el amiguismo sobre la valía y el análisis. Cada vez resulta más difícil la realización de las deseables autocríticas que prácticamente han desaparecido del panorama político.
  • Las listas que se presentan a las elecciones ciudadanas son, cada vez más, el resultado de la influencia de las minorías dominantes (con sus estrategias de dominio permanente), que del resultado de un proceso limpio de la decisión de los militantes.
  • La obsesión por la unidad interna, debido a los beneficios electorales que conlleva, hace cada vez más difícil la discrepancia y el análisis, ante la fácil acusación hacia el que discrepa de ir contra los intereses del partido. Lo que propicia además, el olvido completo de los aspectos ideológicos por considerarlos poco prácticos en el actual momento político. Este comportamiento es más grave para los partidos de izquierda, que abandonaron la internacionalización con la que iniciaron su andadura (desde hace muchos años “La Internacional” es su himno) y necesitan una ideología que los aglutine para encontrar soluciones nuevas ante al avance de la globalización creada por los “neocon”.
  • La falta de claridad en la financiación de sus actividades (falta una ley de partidos que contemple este aspecto), propicia la corrupción y las confusas relaciones con las entidades financieras y las grandes empresas.
  • Los debates adolecen de transparencia. La frase “la ropa sucia se lava dentro”, indica la existencia de un cierto oscurantismo interno que ha ido culminando en un lenguaje propio que provoca el aislamiento del pueblo al que dicen servir. Es necesario abrir las ventanas para permitir el contagio del aire fresco que genera y necesita la gente de la calle.

Aspectos en el funcionamiento de la democracia:
  • Las listas cerradas, debido a la falta de participación en su elección previa, impiden la ilusión de la elección y predisponen a la abstención. Las listas abiertas, pese a la complejidad de su recuento, serían mejor aceptadas.
  • La experiencia del bipartidismo presenta, en este último tiempo, un balance enormemente negativo: han propiciado el enfrentamiento y el cansancio público; no se han facilitado aspectos tan necesarios como la actualización de la Constitución o una más eficiente estructura de la organización del Estado, así como la actualización de las importantes leyes orgánicas que están obstaculizando una representación más proporcional, e incluso tampoco la elección de importantes órganos como el Tribunal Constitucional o el Consejo General del Poder Judicial. Durante la crítica situación que se está viviendo no es ni parece posible un pacto de Estado (como lo fueron los pactos de la Moncloa o los que hicieron en su momento los alemanes), para dar credibilidad al país ante los mercados y equilibrar más razonablemente los improvisados recortes que padecemos. Han consentido situaciones como que la Iglesia, pese a todos los recortes, mantenga intactos sus enormes privilegios. Todo evidencia que es necesaria otra forma de hacer política.
  • Se está produciendo un empobrecimiento en el funcionamiento de los parlamentos con situaciones enormemente previsibles en los que domina la disciplina del voto sobre la razón y el interés del país.
  • Se aumenta la desesperanza ante la falta de confianza hacia una clase política poco generosa y con escaso sentido de Estado.

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