domingo, 29 de abril de 2012

ELUCUBRACIONES EN TORNO AL DINERO

Sabemos que el dinero es el engrase de la economía, pues la facilidad de su intercambio es lo que mueve el mercado. En pocas palabras, sin movimiento de dinero no hay salida de la crisis. El problema es que el dinero no circula debido tanto a los recortes como a los despidos y la economía real se está paralizando por su falta.

Hace únicamente dos años y medio los españoles teníamos la sensación de que el crédito era abundante y que todo aquello que se solucionaba pidiendo a los bancos no era un problema. Hoy la abundante liquidez parece haberse esfumado (el dinero en circulación en España ha pasado de 83.000 millones de euros/día a 68.000 millones, lo que supone una caída del 18%). Lo curioso es que en todo el mundo, excluida Europa, hay un 50% más de dinero que en el comienzo de la crisis, lo que supone que la situación europea se deteriora más que la del resto del mundo. ¿Qué ha pasado?

Algunos expertos nos dicen que, sin ser conscientes, el dinero que manejábamos procedía del futuro. Comprábamos bienes en el presente a costa de hipotecar nuestra vida entera; con ese dinero comprábamos coches, casas y bienes de todo tipo, sin darnos cuenta de que aun no lo habíamos ganado. Cuando lo previsto en ese futuro no se pudo hacer presente, todo falló y no se pudieron pagar los bienes del presente. Como ejemplo vemos que la morosidad este mes en España ha superado el 8,5%. En una palabra, el dinero es un bien real en el presente sólo cuando se ha ganado en el pasado. 

La realidad es que el dinero no se ha esfumado, simplemente lo han ido amasando unos pocos durante los últimos 20 años y hoy ese dinero productivo está en manos de no más de veinte corporaciones que manejan fondos para especulación pura sin interesarles la producción. La primera de ellas es el Grupo norteamericano Black Rock, que maneja 8 billones de dólares en fondos de inversión. En función de sus intereses suben y bajan los fondos soberanos, a la vez que manejan las empresas de calificación, atemorizando a los estados; no conocen regulación alguna, ni tienen obligaciones fiscales y tampoco son susceptibles de huelgas; su negocio no es conocido y sus clientes tienen garantizado el secreto. Lo curioso es que los protegen gobiernos democráticos. 

El último rincón del dinero, el moralmente más reprobable e improductivo, en el que participan todos: gobiernos, bancos, empresas, particulares y especialmente los grandes traficantes de la más variada calaña, son los paraísos fiscales. Unos territorios protegidos, donde ciertos impuestos son muy bajos o no existen, a la vez que protegen el anonimato de sus cuentas. Para que nos hagamos una idea de la dificultad de su supresión, basta decir que el Reino Unido es un paraíso fiscal para personas con domicilio en el extranjero, y mantiene cuentas secretas en sus islas del Canal, especialmente en la de Man. Lo mismo ocurre en Irlanda, Suiza, Mónaco, Andorra, Gibraltar, Luxemburgo, y otros especializados en negocios con EE. UU, como Arabia Saudí, Emiratos Árabes Unidos, Panamá, así hasta más de 30 paraísos. El dinero acumulado se estima entre 20 y 80 billones de dólares, cantidades que si afloraran solucionarían la crisis mundial y el hambre en el mundo.

Por otra parte el órgano que define la política del dinero en Europa, El Banco Central Europeo, presta enormes sumas del dinero de todos -más de un billón de euros en el último año- a los bancos, al 1% de interés durante tres años, para que éstos compren la deuda soberana de los estados por encima del 4%, obteniendo buenos beneficios a la vez que su actitud impide que el dinero del BCE llegue a la economía productiva.

Ante todo ello resultan necesarias cuatro importantes soluciones a nivel internacional, si queremos transformar el dinero especulativo en productivo:
  • La regulación de los mercados financieros internacionales.
  • La eliminación de los paraísos fiscales.
  • Obligar a que el BCE financie directamente a los gobiernos europeos y no a los bancos.
  • Inyectar de manera urgente dinero en la economía real de los países. 

Por eso considero que esta crisis tiene un fondo inmoral, producto de la codicia de unos pocos; pues en muchos aspectos predominan los bajos principios sobre la necesaria justicia social. Mientras tanto, en España, el gobierno -elegido democráticamente- echa la culpa a los anteriores (cuando es tiempo de soluciones, como afirmó Rajoy en el cierre del Congreso de Sevilla), sin intentar pactos económicos, sociales y laborales que le ayuden a encontrar soluciones propias, limitándose a obedecer órdenes de fuera, sin saber hacia dónde hacen caminar a su pueblo. Por último es necesario recordar que en la transferencia del poder realizada por los socialistas, considerada modélica por todos, el déficit de la Administración Central fue del 5,1% del PIB (frente al 4,8% previsto) y la deuda del 70% (casi 20 puntos menos que Alemania), y que hoy se empieza a considerar más importante y urgente, por parte de muchos economistas, crecer que eliminar a toda costa el déficit.

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