domingo, 12 de mayo de 2013

DEL TOTALITARISMO Y LA SINRAZÓN


     El premio Nobel de literatura en 1957, Albert Camus, francés de madre española y amigo de muchos exiliados republicanos españoles, dejó escrito algo sobre lo que conviene reflexionar: “El totalitarismo no se edifica sobre las virtudes de los  totalitarios sino sobre las faltas de los demócratas.” Desde la discutida “Transición” hemos ido construyendo una democracia bipartidista cuya rivalidad ideológica en sus inicios admitía diálogo y pactos. Con el tiempo han ido dejando atrás el espacio ideológico y el de los compromisos, empleando cada vez más tiempo y espacio en los intereses personales. El aderezo romántico del principio ha ido abriendo el camino a un realismo que valora sobre todo lo económico, sometiéndose al poder financiero. En paralelo, el ejercicio político de los mandatos democráticos ha introducido “tics” totalitarios cuando se daban mayorías absolutas y cuando no, pactos que cambiaban sus apoyos por intereses económicos, encubiertos en lenguajes patrióticos, pragmáticos o solidarios.  Nadie dio la voz de alarma. De esta forma algunos partidos, según su poder institucional, han ido practicando, cada vez en mayor grado, el clientelismo, la opacidad, la falta de debate y, por último, la corrupción, que normalmente se acompaña de la ruptura de los usos democráticos.
     Muchos ciudadanos vemos con indignación las prácticas totalitarias, cada vez más frecuentes en los usos políticos de este gobierno: no tienen interés por cumplir el programa con el que accedieron al poder y que, lógicamente, debía contener su ideología, lo que nos hace suponer que ahora practican la ideología de “otros”. No explican sus políticas y exigen continuos e impropios actos de fe. Son partidarios del autobombo y como consecuencia son impermeables a la crítica. Endurecen el discurso y el código penal para evitar las protestas en la calle o en los medios de comunicación, es decir, no les interesa la libertad. Tampoco les interesa el diálogo social o político, pues haría imposible su opacidad, una práctica necesaria para gobernar desde el entorno de corrupción que los inunda. No les interesa un poder judicial independiente que pueda dar al traste con sus corrupciones y alejarlos del poder. En una palabra la sinrazón avala sus actos y éstos sólo se comprenden si seguimos como línea de investigación la marcha de sus intereses o las políticas conservadoras de Alemania o “neocon”, según sople el  aire.
      A estas alturas son necesarias medidas urgentes para evitar que la crisis económica no llegue a un grado de destrucción que haga dificilísimo volver al Estado de Bienestar del que rápidamente nos alejan. El empobrecimiento de la educación con una ley que quiere dar permanencia a los principios clasistas con los que nos gobiernan, ocultando su entrega a los intereses privados, especialmente a la Iglesia. Lo mismo que están haciendo con la privatización de la sanidad para las empresas que les son afines, a la vez que abandonan la investigación. Acciones todas que están hipotecando nuestro futuro y que impedirán lo que pudiéramos llamar una salida social y justa de la crisis. Únicamente puede impedirse ese futuro con la continua movilización popular, basada en la participación masiva, como se ha demostrado con la Ley de Educación. Sin olvidar que la solución definitiva pasará, en un futuro que no debe alejarse, por el acuerdo y la realización de nuevas leyes que permitan la transición hacia una auténtica democracia representativa. Solo posible con leyes pactadas que tengan como principios el diálogo y el respeto a la libertad. Nunca más el silencio de los demócratas que  justifique políticas totalitarias. De otra forma ocurriría lo que pensó Vallespín cuando oyó a Rajoy en el Congreso diciendo “no” a  pactar: “El futuro se cancela por escasa participación”.

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