domingo, 18 de mayo de 2014

EN CUALQUIER CASO, NO PODEMOS SEGUIR ASÍ

    La relación de España y la U.E., durante los primeros treinta años, estuvo marcada por el progreso económico y la modernización, además de una serie de valores democráticos basados en la libertad, la ética política, la solidaridad y una visión internacional de los derechos humanos que enriquecieron nuestro ideario político. Un tiempo que debe permanecer en nuestra mente pues tiene que seguir siendo el modelo para continuar con la definitiva unión política. Durante esta gran crisis, el liderazgo alemán se ha ejercido sin visión de futuro; no ha creado un mensaje político que nos identifique y marque la importancia de una ciudadanía europea, capaz de amortiguar los abundantes excesos nacionalistas. Se ha basado exclusivamente en mejorar sus intereses económicos. Merkel, ahora interlocutora privilegiada ante el presidente Putin, da prioridad, en la ocasional relación, a sus intereses energéticos y la seguridad de las inversiones alemanes en Rusia, haciendo retroceder la iniciada política exterior común europea, que con tanta dignidad inició Javier Solana. Europa no puede ser la Gran Alemania y países satélites. Sea cual sea el resultado, las cosas no pueden seguir así.
    La solución expansiva de EE.UU., ante una crisis que ellos mismos originaron, ha sido enormemente eficaz y posible gracias a que su situación política permite la coordinación, leyes homogéneas que facilitan la acción y controles financieros y fiscales únicos. Europa no ha asumido aún los fracasos de las políticas de recortes y la necesidad de dar pasos decididos hacia la unión política y financiera. Los populares siguen diciendo que “la relajación cuantitativa aún no es posible”. Es decir, que hay que seguir con los recortes, lo que puede llevarnos a un alargamiento innecesario de la crisis. Los últimos datos de crecimiento han abierto una brecha entre Alemania y el resto, lo que dificultará la tarea del BCE, lo que puede iniciar la división y favorecer el debate.
    Una gran mayoría de expertos dice que las claves para solucionar la crisis económica, son básicamente políticas y no económicas. Formamos una serie de estados con políticas fiscales y financieras distintas que no permiten ejercer la autoridad adecuada al BCE. La solución pasa por su unificación, luchar conjuntamente contra el fraude fiscal generalizado y coordinar las políticas financieras y presupuestarias. Hay que agilizar la unión bancaria, la eliminación de los paraísos fiscales y el cobro de la tasa Tobin. La mayor responsabilidad de Alemania en la situación actual no excluye la de países como Francia, Italia y España que podrían oponerse al actual estado de cosas y se limitan a considerar el déficit como un mantra que sólo se controla con los recortes. Es necesario hacer llegar cuanto antes y sin intermediarios los créditos a las PYMES, corregir los recortes del Estado de Bienestar y fomentar la cultura de la negociación.
    En España hay que meter en la campaña europea, sin complejos, “la corrupción”: el juez Pablo Ruz en el último auto considera ya “parcialmente contrastado el pago de sobresueldos en “b” a determinadas personas vinculadas al partido, bien en forma periódica u ocasional con dinero no declarado en Hacienda, y el pago de distintos servicios y gastos en beneficio del “PP” por el mismo sistema.” Con esta  información en muchos países europeos se habría producido la dimisión del gobierno. En su afán de castigar al ciudadano, hacen la trasposición de las directivas europeas de manera selectiva y parcial. Podemos citar entre ellas las relativas a los desahucios, las de apoyo a los consumidores, las relativas a la defensa de la competencia y las medioambientales.    
    Después del debate tenemos más clara la valía de Valenciano frente al machismo de un Cañete con mucho que ocultar. Votar al “PP” es un respaldo a sus políticas. No votar también les favorece. No olvidemos que los pueblos tienen lo que votan. 

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