domingo, 11 de mayo de 2014

LO QUE PODEMOS ESPERAR DE EUROPA

    Después de más de ocho años de gobierno es indudable que Merkel ha logrado “una Europa alemana”, lo que le ha permitido manejar la crisis con una respuesta financiera basada, casi exclusivamente, en la austeridad fiscal que fuerza a los recortes. Una política muy discutida hasta por sus intelectuales de cabecera: “Berlín ha sido el catalizador de la erosión de la solidaridad europea” (La crisis de la UE de Jürgen Habermas). Junto a Merkel, Draghi es ya otro soberano europeo: ha convertido a los Gobiernos con problemas en marionetas en manos del BCE, que actúa en función de una extraña mezcla de dogmatismo ideológico y los intereses de los países acreedores, buena parte de ellos no europeos. Es improbable que el papel de Merkel y Draghi cambie: París atraviesa una delicada situación interna y Londres tiende a la irrelevancia ante su creciente eurofobia. Merkel define las conclusiones de las cumbres. Su poder llega al punto que algunos acuerdos europeos deben esperar a la aprobación del Tribunal Constitucional Alemán, mientras los demás países debemos adaptar las respectivas constituciones a los acuerdos. Una Comisión diferente sólo podrá virar, como mucho unos grados, el rumbo actual de la UE. Ese es el margen de maniobra que nos marcan las elecciones a un Parlamento que ciertamente tendrá más poder que tuvo nunca.
    Los países acreedores, y Alemania en particular, han impuesto sus intereses y una lectura moral de la crisis: la única solución a los problemas es, según sus inamovibles esquemas, una devaluación interna, claramente asocial, de quienes vivieron por encima de sus posibilidades. Unas políticas insolidarias que han creado injustamente una enorme fractura Norte-Sur que sigue ensanchándose con la devoción inexplicable de los mandatarios del Sur que han llevado la fractura social al  interior de sus países. Sin duda, detrás de estas actitudes hay brotes nacionalistas que marcan su superioridad con el Sur, lo que propicia el antieuropeismo en ambas partes.
    El manifiesto de los populares reclama seguir con la austeridad para volver al crecimiento a través de reformas y más reformas, un latigazo lingüístico que se cita 33 veces en el texto y que en muchos casos puede traducirse por recortes. El programa socialdemócrata promete incluso elevar el gasto en políticas contra el paro juvenil, siempre con un ojo en el agujero fiscal, pasando de puntillas sobre la reestructuración de la deuda griega, eurobonos y paraísos fiscales. Su líder, Martin Schulz, en su discurso va más allá y ve un disparate el mantra del déficit cero apostando por equilibrar las cuentas públicas, pero sin olvidar el crecimiento, a través de estímulos en infraestructuras y una política monetaria menos ortodoxa. Advirtiendo que si el presidente de la Comisión no es uno de los cabezas de lista, sería difícil decirle a la gente que su voto vale para algo”. Parece que el limitado giro sólo puede venir de la socialdemocracia.
    Desde la visión interior el panorama es mucho más claro. Las políticas seguidas por el gobierno Español han provocado una enorme fractura social que tardará muchos años en soldarse de nuevo; ha producido daños en educación, sanidad e investigación que retrasarán la salida de la crisis; la juventud camina hacia una generación perdida y estamos viviendo en una maraña de políticas cuajadas de silencios, mentiras, injusticias, corrupciones y recortes de la libertad. Esta votación parece que va a ser interpretada por el gobierno como una aceptación o no de sus políticas. Para los españoles es la primera ocasión que se presenta de poder expresar nuestro rechazo a esas políticas y no debemos perder la ocasión. Por eso es necesario ir a votar y si no nos gusta lo que esta ocurriendo votar por cualquier alternativa menos al “PP”. Siempre en la idea de que un voto en la urna contrario al gobierno es más eficaz que algunas manifestaciones.

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