domingo, 12 de julio de 2015

EL PRESIDENTE RADICALIZA EL VERBO Y LAS ESTRATEGIAS

    No es novedad que el presidente utilice un lenguaje radical, pierda las formas y nos recuerde otro tiempo. Cuando estaba en la oposición, Juan José Millas en un extenso artículo recopiló una serie de exabruptos que Rajoy dedicó, con frecuencia lleno de ira, al entonces presidente Zapatero. Recordemos algunos: incompetente, mentiroso, irresponsable, débil, sectario, traidor, cobarde y 53 más. Los insultos personales eran la forma frecuente de Rajoy para hacer oposición. Ahora, ya veterano presidente, aparece de nuevo el radical de siempre. En el pleno del Estado de la Nación llamó a Sánchez en tono crispado: “tonto faltón” y perdió el debate. En FAES, y para demostrar su buena forma a los suyos, le llamó “títere” y “portamaletas” de los radicales de izquierdas de Podemos. A continuación, sus representantes, siguiendo los métodos del jefe, en respuestas parlamentarias, ruedas de prensa, tertulias y otros eventos aumentan las mentiras, radicalizan sus formas y elevan de tono los insultos. Siempre fueron así.
    Ante el problema griego, Rajoy se ha presentado como uno de los más radicales, utilizando el drama de ese pueblo para su provecho en la campaña electoral. Sabiendo que no es cierto, afirmó que España no se verá afectada porque mandan ellos, para crear miedo al cambio. Mientras los europeos más responsables han intervenido con políticas de altura, pues el desplome de la economía griega podría cuestionar la irreversibilidad del euro ante los mercados y la credibilidad de la UE con negativa repercusión para todos. Pensemos que durante la espera del “referéndum”, la banca española perdió en una semana 23.900 millones de € en la bolsa y muchas empresas y negocios vieron en peligro su futuro sin Grecia. Sólo un posible acuerdo ha mejorado el panorama. Sin contar los aspectos geopolíticos que han hecho intervenir a EE.UU. y al FMI.
    Por otro lado, el FMI alertó en su último informe sobre la debilidad de las empresas españolas: “a pesar de la aparente mejoría, su alto endeudamiento y la debilidad de su generación de ingresos limitan su capacidad para enfrentarse a futuros shocks”. Una apreciación en la que ha coincidido la Comisión Europea y más recientemente la OCDE. Asi mismo la OCDE advierte que España lidera la caída de ingresos públicos durante la crisis (el segundo es Irlanda y el tercero Grecia). Pese a la continua subida de impuestos el desplome de la recaudación alimenta el desfase de las cuentas públicas españolas. A lo que hay que unir el enorme endeudamiento que se acerca al 100% del PIB. Por eso es difícil entender las alegrías de gasto del gobierno en los previos electorales, que contrastan con las exigencias de déficit a las autonomías del 0,3%, mientras el gobierno se permite un déficit siete veces mayor. Exigencia que tendrá que imponer pues quedarán en minoría en el Consejo de Política Fiscal y Financiera. Es vergonzoso el uso partidario que hacen del poder.
    La política del miedo se alimenta con declaraciones inciertas como las de Pablo Casado, la gran promesa del “PP”, diciendo que en Grecia hay una ola de atracos y violencia. Falsedad que encontró inmediato eco en el portavoz diciendo que aumentaría la inseguridad si no gobernara Rajoy. Y así continúan y continuarán. Todo se enmarca en la “Ley Mordaza”. Una ley intimidatoria que sale después de que los españoles demostraramos que en decenas de miles de manifestaciones fueron mínimas las que registraron alguna violencia. Ahora sabemos que incluso el 40% de sus votantes la rechazan, además de más del 70% del conjunto de los españoles. No nos engañemos, para que la democracia recupere la libertad, las instituciones sean creíbles, no exista corrupción y el Estado de Bienestar vuelva, es necesario que Rajoy no gane las elecciones. Para quitarlo debemos votar otras alternativas y no tener miedo al cambio.

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