domingo, 10 de febrero de 2013

JAQUE A LA DEMOCRACIA


     El presidente Rajoy contaba, donde quisieran oírle, que iba a ser el líder de la transparencia. Era, según decía, la única forma para salir de la crisis. Ahora, ante un problema que pone en riesgo al país y que le obligaría a colaborar en su esclarecimiento, se limita a negarlo todo fuera de los cauces democráticos, permitiéndose dar más importancia a los intereses del partido que a los de España. Un jaque a la democracia.
    Cuando el pasado jueves El País sacó “los papeles secretos de Bárcenas”, un asunto que ha trascendido fronteras y dejado al país en estado de coma, el presidente reaccionó despreciando lo que le obliga su representación, las formas y los valores democráticos: primero se escondió, como siempre, dejando a la secretaria general que diera la cara con un guión aprendido y sin razones; después, en un acto exclusivamente de partido, permitió que los españoles, incluida la prensa (nunca sabremos por qué asistieron), pudiéramos ver y oír lo que decía a los suyos. Después hubimos de esperar dos días más para que, en presencia y con el apoyo de la Sra. Merkel, hiciera una comparecencia desde Alemania absolutamente vergonzosa. Transcribo exactamente lo que dijo, para que cada uno opine: “Todo lo que haya se refiere a mí y que figura allí y a los compañeros del partido mío que figuran allí, no es cierto, salvo alguna cosa que es la que han publicado los medios de comunicación. O dicho de otra manera es total y absolutamente falso.” Un auténtico galimatías. Si quitamos las palabras nerviosas y las mal expresadas referencias (lo subrayado), lo que queda es absolutamente contradictorio y difícil de entender. Además, dio pié a una intromisión inexplicable de la Sra. Merkel en un asunto exclusivo de los españoles. Pues bien, con esas dos presencias, Rajoy ha considerado solventado el asunto desde el punto de vista político, dando órdenes a su portavoz para que su grupo bloqueara todas las comparecencias de él y de sus ministros en el Congreso. Una orden que supone dejar en suspenso una de las funciones importantes del Parlamento: el control del gobierno. 
    La razón dada ha sido: “como está en manos de la justicia no deben realizarse intromisiones con el caso Bárcenas”, lo que supone alejar del debate las responsabilidades políticas y el esclarecimiento de los hechos, a la vez que amenazan con infinidad de pleitos. ¡Qué poco da de sí la política para los que no creen en ella! A la vez siguen desprestigiando al PSOE y a Rubalcaba, diciendo auténticos disparates, sin tener en cuenta la situación política. Deberían saber, de una vez por todas, que lo que interesa a los ciudadanos es su futuro y saber si estamos gobernados por un grupo de corruptos. El PSOE, al que se castigó duramente en elecciones pasadas, no puede ser la coartada que se emplee para ocultar la corrupción y el mal gobierno. Al mismo tiempo, el grupo dirigente mantiene una arrogancia que crispa cada vez más a los ciudadanos, mientras que la pelota del desprestigio crece y crece cada día. La permanencia de Ana Mato en el gobierno, por ejemplo, no lo entiende ninguna mente sensata; nos dicen además, con una ignorancia supina de sus leyes, que no pueden despedir al exmarido de la ministra. Los cambios en el gobierno y en el “PP” deben ser para ya. 
    Es urgente una ley de transparencia, que garantice que una elección democrática no es un cheque en blanco para que el elegido haga lo que quiera. La democracia no es una dictadura que se cuestiona cada cuatro años. La esperanza última está en un pueblo que cada vez toma la calle en mayor número, motivado por la desconfianza, la intranquilidad, la confusión y la rabia que les inspira las políticas y los políticos, sólo es consciente de que le están quitando el futuro. La justicia, que parece estar actuando adecuadamente, debe acelerar sus resoluciones. Así lo espero.

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