domingo, 22 de diciembre de 2013

EL FUTURO DE LA UNIÓN EUROPEA

     La incorporación de España en 1986, no defraudó la enorme ilusión con la que fue acogida por los españoles. Nos dio estabilidad política, capital para construcción de infraestructuras, atención a las zonas deprimidas e incluso un contexto para la lucha antiterrorista. Las ayudas acercaron el PIB español a la media europea y facilitaron  años de crecimiento sostenido. Una Europa soñada que permitía el libre paso de personas y mercancías y que ayudaba con las becas Erasmus al conocimiento mutuo.
     La caída del muro de Berlín el 9 de noviembre de 1989 marcó un nuevo destino a la entonces Europa de los 15. Trajo consigo, aparentemente, un nuevo impulso para revitalizar el sueño de una Europa cada vez más unida; esta vez estableciendo una Unión Monetaria. Pero el interrogante para lograr ese ideal se abrió con la reunificación alemana. Thatcher y especialmente Mitterrand, exigieron al canciller alemán Schröder el compromiso de acelerar la unión monetaria que inevitablemente vincularía a la Alemania reunificada a la Unión Europea, y Francia mantendría su liderazgo. 
     Pese a estas previsiones, la Unión Monetaria catalizó e impulsó la emergencia del poder alemán dentro de la eurozona y empezó la exclusión del Sur: Alemania pidió que se la compensara por el abandono del marco. La compensación se tradujo en una trasposición del modelo económico alemán a nivel europeo. La moneda única contaría con un banco central independiente a imagen y semejanza del Deutsche Bundesbank. Se mantendría para éste como misión, casi única, luchar contra la inflación. La Francia de Mitterrand  no quería un banco europeo no intervencionista, quería un banco que pudiera intervenir, buscando una economía social de mercado a nivel europeo.  
       En Maastricht (1992) se consolidaría jurídicamente el esquema marcado por Alemania, incluyendo algo muy conveniente para España (que la mantuvo al margen de lo que se fraguaba) como fueron los “criterios de convergencia”, a la vez que se establecían los plazos para adoptar la moneda única. En esos primeros años Alemania incumplió 14 veces el máximo déficit permitido. En 2005 se establecieron criterios de flexibilidad para que Francia y especialmente Alemania cumplieran. La reforma de los criterios de deuda y déficit se retomaron en 2010. Se dio la paradoja que Berlín, ya con Merkel, fue el abanderado de la línea dura. Además de las innegables ventajas financieras, Alemania, gracias a salarios sin suelo, mantiene una alta competitividad, mientras el gobierno suple las carencias con abundantes ventajas sociales. Una forma encubierta de ayudar a sus empresas que, además, disponen de financiación barata.
    Con el nuevo gobierno, Merkel ha conseguido rebajar la necesaria unión bancaria, torpedeando los acuerdos de la cumbre de 2012, haciendo que el fondo común de 55.000 millones de €, financiado por la banca, se retrase hasta 2025. Durante el período transitorio, se minimizará el uso del mecanismo de rescate europeo, pues Berlín es poco partidario de que los contribuyentes alemanes asuman riesgos por bancos de otros países. El pacto permitirá dejar los asuntos más polémicos para más adelante. Sin embargo, esta vez el Parlamento europeo, que tiene serias diferencias con el proyecto alemán, tendrá la última palabra. Las elecciones europeas cobran así especial relieve. Por otra parte el pacto con el SPD, con más poder de lo esperado en el gobierno y concesiones sociales importantes que suponen una ruptura de la ortodoxia económica de Merkel, puede hacer más abierta la intervención alemana. Es urgente evitar el populismo, el tecnicismo y la ideología neonazi que invaden Europa. Lo peor es que España tiene un gobierno sin criterio ni respuesta a estos temas.
          Felices días a todos.

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