domingo, 12 de enero de 2014

EL DISCURRIR DE LOS CAMBIOS EN EL PSOE

    El 2 de abril de 2011, Zapatero anunciaba que no se presentaría a las elecciones. Poco tiempo después, Rubalcaba, que había demostrado su capacidad en los más diversos puestos, dimitiría como vicepresidente primero para ser nombrado por el “Comité Federal” candidato a la presidencia del gobierno, presentándose a las elecciones que tuvieron lugar en noviembre de 2011. Después, sería elegido secretario general del PSOE en las primarias de 4 de julio de 2012 con 22 votos más que su rival. 
    Sin analizar culpabilidades individuales (no sería acertado, práctico ni razonable), lo cierto es que, desde entonces, el derrumbe socialista ha ido creciendo: el PSOE se dejó siete puntos y un millón y medio de votos en las municipales respecto de las anteriores. En las generales de noviembre (sólo 6 meses después y con Rubalcaba de candidato), fueron 15 los puntos y 4,3 millones los votos perdidos respecto de las anteriores. Pese a esas enormes derrotas históricas, el análisis de lo ocurrido no se produjo, por el contrario, muchos dirigentes hablaron de excelente campaña, líder adecuado y programa electoral sólido y participativo. Después, como hemos relatado, todo se centró en unas primarias con candidatos muy seleccionados, Rubalcaba ganó, y el PSOE siguió con la misma hoja de ruta. Desde esa fecha muchos militantes han expresado  la necesidad de nuevos e importantes cambios pero, como siempre, “nunca es el momento adecuado”. Vemos, sin que se analicen las causas, que en las muchas manifestaciones contra las políticas de Rajoy, la sigla PSOE no tiene espacio. Las encuestas, de manera machacona, dan el esperado desgaste al gobierno, mientras el PSOE, inexplicablemente, sigue cayendo sin recuperar electores. Ante esta situación, para intentar hacer un programa y ganar tiempo, se organizó una conferencia política con los esquemas de participación de siempre.  
     La “Conferencia Política”, llevada con disciplina estatutaria, aportaba elementos aislados que en otro escenario hubieran supuesto una auténtica revolución en el partido. Pero que ahora, a tres meses de su celebración, nadie se acuerda y todo sigue igual. Esta experiencia nos dice, sin lugar a dudas, que un mensaje, mejor o peor elaborado, no es la solución. Para conseguir la imprescindible credibilidad de la sigla PSOE, hace falta democracia interna con nuevos estatutos, un liderazgo distinto y un equipo que dé esperanza, unidad e ilusión a los militantes para después arrastrar con esos sentimientos a la sociedad. Ese cambio que es necesario e imprescindible no es, sin embargo, garantía de éxito a estas alturas. Lo que sí es seguro es que alargando los plazos del cambio necesario, todo irá a peor. Observamos cómo las alternativas que han sido prudentes y no se han salido del guión, se están quemando antes de actuar y dar a conocer su pensamiento político. Nos guste o no, la iniciativa política y los tiempos en el uso de la comunicación, los maneja el PP; además, ha ganado en estos dos años la batalla del desprestigio del PSOE. El año 2013 ha sido un año pésimo en resultados económicos, en gestión política, en desestructuración social y un año en el que los ciudadanos han percibido con mayor claridad la corrupción en el PP y el gobierno. Pese a todo el PSOE no remonta, sigue sin ser alternativa y Rubalcaba sigue mal valorado. El próximo 18 de enero el “Comité Federal” deberá anunciar las primarias a elecciones generales y regionales. Pero todo apunta, según algunos medios de comunicación, a que  dejarán pasar el otoño por la consulta catalana y fijarán antes las primarias para las autonómicas. Lo que mantendría el partido bajo el mismo control hasta casi el final de la legislatura. Si perdemos esta oportunidad para la apertura del partido a la sociedad, seguirá el deterioro, la desmovilización y disminución de los militantes hasta el final.

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