domingo, 20 de abril de 2014

83 ANIVERSARIO DE LA REPÚBLICA

     La muerte de Suárez ha provocado en muchos de nosotros el recuerdo de un periodo, casi olvidado, en que se consiguió, con la monarquía como sucesora del franquismo, una democracia homologable a las europeas. Muchos españoles vimos en la transición un resurgir de la libertad de otro tiempo y vimos, o quisimos ver, en la nueva democracia una restauración de la libertad de la República, como una referencia histórica donde se dio una democracia auténtica. La realidad nos hizo asumir una transición no demasiado entendida, explicada ni transparente. El deseo de paz y libertad de nuestro pueblo se interpretó como una necesidad de hacer tabla rasa de lo ocurrido durante la dictadura. Pese a los  muchos fallos que hoy vemos, hemos tenido años de paz y progreso, aunque algunos han pagado, sin reconocimiento posterior, un precio demasiado alto. Por otro lado, el deseo de olvido hizo que más de una generación desconociera la figura de Franco: resultaba vergonzoso su recuerdo y vivimos un tiempo como si nunca hubiera existido, salvo en la intimidad de algunas familias que no sabían siquiera dónde estaban enterrados sus muertos. No desclasificar la totalidad de ese tiempo para evitar que conozcamos cincuenta años de historia no es solución de futuro.
    Ahora, en un momento muy distinto, la mirada hacia atrás debe tener un sentido reparador con los que sufrieron. Para muchos ese recuerdo debe servir para hacer justicia a la memoria histórica y dejar atrás ese periodo, sin perder la conciencia de lo ocurrido. Hay que utilizar el perdón como una forma definitiva de exorcismo de los viejos demonios que aún hacen difícil el entendimiento. Debemos mirar hacia adelante, utilizando la experiencia vivida en estos años. Sabiendo que, si miramos al futuro, es mucho lo que nos une. Falta que busquemos entre todos un nuevo esquema de convivencia hasta que Europa funcione como una realidad política y no sólo como una reunión de países unidos por intereses económicos, sin solidaridad y con  nacionalismos que fomentan la superioridad frente al otro, creando fracturas infranqueables. 
    En España, la República es ahora un recuerdo mitificado y cargado de tópicos, pero puede ser la solución en un futuro aún no predecible, pero que llegará. Lo que no cabe duda es que, como republicano, considero que debe venir en paz, con mayoría de republicanos conscientes, fuera de crisis insolubles y tramposas y nunca como un parche para un tiempo concreto. No olvidemos que la Primera vino sin republicanos y la Segunda con tantos problemas dentro y fuera que ahogaron las ilusiones de aquellos que intentaron defenderla desde el Estado de Derecho que crearon los españoles libremente. Si viene de nuevo, deberá ser aceptada por la mayoría y para quedarse definitivamente. 
    Esta corta reflexión quiere ser el homenaje a una forma de Estado que se renueva a sí misma por elección popular, que fomenta la realidad de una igualdad ante la ley y que por su propio origen no se supedita a los derechos del nacimiento para dirigir un Estado necesariamente laico. También creo que desde la izquierda no debemos ver la República como un patrimonio exclusivo. La derecha es imprescindible para construir cualquier república. Sabemos que no es la única forma de ver el futuro, pero sí que la continuidad del poder por herencia es un elemento que tiende a ser degenerativo y conflictivo como tantas y tantas veces demuestra la historia. ¡El mejor de los futuros para la República!

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