domingo, 14 de agosto de 2016

LA CORRUPCIÓN: ORIGEN Y CONSECUENCIAS

    El 47,8% de los españoles considera que el segundo mayor problema de España es la corrupción, sólo superado por el paro, según el barómetro que el CIS ha publicado el martes pasado. La preocupación por la corrupción, que incluye el fraude, ha crecido ocho puntos con respecto a la encuesta del pasado enero (del 39,29% al 47,8%). Incluso el 15,49% considera que la corrupción le afecta directamente, más de cuatro puntos que en la encuesta anterior. Pensemos que la ausencia de Gobierno sólo preocupa al 1,4% de los españoles, similar a la inquietud que provoca la independencia de Cataluña.
    La corrupción se desarrolla normalmente en un ambiente de clientelismo, permanencia en el poder, lentitud de la administración y desprecio del mérito y capacidad en la elección del funcionario público. En España hay que tener en cuenta la existencia de una cultura popular, heredada del franquismo, que no considera punible ni deshonesto el impago de impuestos. Nace de la avaricia y se desarrolla al lado de la mentira y la insolidaridad. Entre sus múltiples consecuencias: según un monográfico sobre el tema, publicado por el Journal of Economic Literature, "existe una alta correlación entre corrupción y crecimiento del Producto Interior Bruto y el empleo". Se oculta en paraísos fiscales o se mueve en la economía sumergida, para no cotizar fiscalmente y es causa fundamental del "déficit" y los "recortes". La corrupción genera desconfianza en las instituciones, se pierden derechos, se legisla a la defensiva, eliminando la independencia del poder judicial, a la vez que empobrece la democracia.
   En España, esta aparente preocupación que se une, con frecuencia, a una gran indignación, no va acompañada de una rendición de cuentas en las urnas. Lo que hace que la corrupción salga políticamente gratis. Si añadimos el tratamiento desigual que reciben los corruptos en las altas esferas judiciales, la permisividad popular, la infinidad de aforados, las posibilidades de indulto, la politización de los nombramientos judiciales, la caducidad de los delitos económicos e incluso leyes como la reforma de la Ley de Enjuiciamiento Criminal, llegaremos a la conclusión de que existe también demasiada tolerancia judicial con los corruptos. Lo que nos habla de las dificultades para una regeneración política que haga creíbles las instituciones democráticas.
    Se está violando la escala de valores en la que fuimos educados. Quizás se ha fomentado además por la doble conciencia que propicia nuestro catolicismo trentino y la ausencia de una ética formada que sustituya la, cada vez mayor, ausencia de creencias religiosas. La situación es enormemente compleja. En nuestro pueblo se mantiene la paradoja de que mientras que la corrupción en si misma se considera un comportamiento reprobable y vergonzante, muchos políticos corruptos mantienen su popularidad y ganan elecciones. Ante esta situación son varias las falsas justificaciones:
  -No todas las corrupciones son iguales; los actos de corrupción con algún beneficio público, son buena gestión y no se pagan políticamente.
 -También parece usarse la frase: si todos son corruptos, me quedo con los míos. Estribillo inmoral. Así explican el uso del ¡Y tú más!, con lo que se justifica todo.
 -Otros utilizan la confusión que generan algunos políticos para defenderse, aprovechando todo: nos falta pedagogía en la nueva cultura política; son las limitaciones del sistema electoral; todo se debe al ruido mediático. Aspectos que funcionan por la existencia aún de un dogmatismo interesado que es otro problema cultural. 
   Un ejemplo paradigmático pueden ser los votos crecientes de Rajoy. Ahora en las conversaciones previas con Rivera y sus seis puntos, básicamente sobre corrupción. Rajoy ya ha conseguido que Rivera se pliegue a sus tiempos. Esperaremos el final.

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