domingo, 21 de enero de 2018

¿QUE ESTÁ PASANDO EN NUESTRA SOCIEDAD?

   Después del 15M, por tomar una fecha de referencia, creímos que habíamos descubierto un nuevo camino en la democracia, pero sin saber cómo y a pesar de la entrada en la política de dos nuevos partidos, el resultado de las votaciones ha ido marcando un camino aún peor. No es fácil entender cómo elección tras elección, el "PP" ha seguido ganándolas, pese a la enorme corrupción estructural, que sigue aumentando gracias a la "delación premiada"; a incumplir continuamente sus compromisos y a que su información tenga enormes lagunas, cuando no infinidad de mentiras. El voto en España no penaliza la corrupción, sin embargo ocupa el 2º lugar en sus preocupaciones. Lo curioso es que después se minusvaloran las instituciones que gestionan los políticos que han elegido unas semanas antes. Incluso vemos con normalidad como cuando más conciencia hay sobre la muerte del planeta, las energías renovables se desechan. Nuestra sociedad, más que razonar, parece seguir su horóscopo. ¿Qué está pasando?
   Está muy aceptado que existen dos vías de pensamiento: una, rápida, intuitiva y emocional, y otra, más lenta, esforzada y racional. La primera proporciona conclusiones de forma automática y es muy influenciable, y la segunda, respuestas más elaboradas y conscientes. Lo peculiar es que, en la mayoría de las ocasiones, no reflexionamos sobre cuál de las dos ha tomado las riendas de nuestro comportamiento. Eso explica, en parte, la situación actual. Sin darnos cuenta, en este tiempo empleamos preferentemente el sistema emocional con poca o nula racionalidad. Es sorprendente que la gente vote sin conocer los programas y guiado, mayoritariamente, por la simpatía o antipatía que despiertan sus líderes, o por otros aspectos basados, generalmente, en juicios que formamos con muy poca información. También, con frecuencia, cuando se cambia de opinión, "no se recuerda" cómo pensábamos antes. Es necesario que la racionalidad se acompañe de emotividad y viceversa, aunque lo mejor es que controle la racionalidad.
    Un ejemplo histórico del dominio de la emotividad fue la llegada de Hitler al poder en una votación democrática. En ese momento, el pueblo alemán llevaba años humillado y votó de forma mayoritariamente emotiva al político que le hablaba de recuperar el orgullo del pueblo alemán, eliminando a los causantes. Recordemos que la exclusiva racionalidad, fomentada por la Ilustración, nos llevó al despotismo ilustrado. 
    En este tiempo, muchos políticos, que tal vez no hayan leído a los patrocinadores de la democracia emocional, la practican a menudo con desmesura y lo que exhiben es un manojo de sensaciones inconexas. Tenemos ejemplos de todas clases, desde el histrionismo de políticos populistas, hasta los que se comportan como si actuaran en una telenovela. El abuso de la emotividad suele dejar al descubierto la falta de ideas constructivas y la impresión de que sólo nos interesa la publicidad.
    En las últimas elecciones catalanas ha primado la emotividad con más banderas que programas. En el conjunto de España, observamos que la izquierda se ha dejado perder la emotividad patriótica (bandera e himno por ejemplo), sin hablar de la utopía y ha perdido parte de su racionalidad en programas explicados y el análisis crítico de sus hechos. La derecha ha perdido los valores democráticos más racionales, aunque maneja bastante bien la emotividad de los valores patrios, utilizando a su antojo los medios de comunicación, incorporando eslogan como "todos los políticos son iguales", "la culpa es de Zapatero" y utilizando, según convenga, la superioridad y el victimismo con la constancia que exigía Goebels. Hasta ahora con éxito. Existe también un generalizado comportamiento (más en la izquierda) de votar con desgana al menos malo y no con la alegría contagiosa de votar al mejor. Las listas, fruto del clientelismo, dan esos frutos. 

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