domingo, 12 de abril de 2020

HAY QUE HACER DE LA NECESIDAD VIRTUD

    Parece una realidad que los datos de los últimos días indican que podemos estar llegando a la cúspide de la curva y podríamos iniciar la bajada. Cuando esa situación se consolide y se resuelva el difícil asunto de los asintomáticos, la situación de la salud con primacía absoluta puede dejar de serlo y ocupar ese espacio la salida de la crisis económico-social, aunque para ello pudieran transcurrir meses. Pero que estemos lejos de la primera certeza, no debe impedir empezar a buscar soluciones para dar salida de la crisis que, tarde o temprano, ocupará los mayores espacios. Para ello el Presidente Sánchez nos ha recordado un acontecimiento histórico, los "Pactos de la Moncloa", de los que analizaremos sus parecidos y diferencias, aunque sean realidades distintas.
     A los tres días de la toma de posesión del mandato constituyente del Gobierno de Adolfo Suez, la situación de España era la siguiente; se iniciaba una nueva devaluación de la peseta, esta vez del 19,65 %; la inflación pasó del 20% en 1976 al 44 % a mediados de 1977 (una situación encubierta por motivos electorales). El paro que ya mantenía 900.000 con solo 300.000 subsidiados, llegaría a los 2.000.000 en 1978, sobre una población activa de 12.000.000 y solo 500.000 cobraban un escaso subsidio.
     Los llamados Pactos de La Moncloa se iniciaron con reuniones entre partidos y de éstos con el Gobierno, ambas intensas. Carrillo tuvo especial empeño en convencer a Felipe González de la necesidad de dar oxígeno al Gobierno para salir de la crisis.  El resumen de los acuerdos se produjo durante los días 8 y 9 de octubre de 1978 y el 25 de ese mes y año se firmaban los “Pactos de La Moncloa”. Los firmantes fueron un grupo de políticos que han pasado a la historia por méritos propios: Enrique Tierno, Santiago Carrillo, Josep María Triginer, Joan Raventós, Felipe González, Juan Ajurianea, Adolfo Suárez, Manuel Fraga y Leopoldo Calvo Sotelo; Fraga no suscribiría la parte del pacto sobre cuestiones políticas y jurídicas (derecho de reunión y asociación, reforma del Código Penal y reorganización de las fuerzas de orden público). Los pactos fueron aprobados por el parlamento, tres días después, el 27. El encargado de esta tarea fue Enrique Fuentes Quintana, quién asumiría la frase de la República: “O los demócratas acabamos con la crisis económica española o la crisis acaba con la democracia". Frase aún vigente. También, que Casado hubiera encarcelado a Suarez.
     En el tiempo actual, contamos con una Constitución de referencia, está consolidada la división en autonomías y estamos integrados en la UE, que roto el bloqueo pone a disposición 540.000 millones de €. Aquella crisis fue distinta, sobre todo los líderes opositores, los de hoy sin sentido de Estado. Sus odios se centran contra el gobierno, sin razones. Veamos ejemplos: Pablo Iglesias, por Twitter, hizo referencia al artículo 128 de la Constitución Española, que dice: "Toda la riqueza del país en sus distintas formas y sea cual fuere su titularidad está subordinada al interés general". Por ello, han acusado al vicepresidente de "querer imponer su ideología comunista y de amenazar a la propiedad privada". Libertad Digital decía en un titular: "El pánico se desata: Iglesias instaura un régimen comunista". Los constitucionalistas dejan en papel mojado la letra de la Constitución que dicen defender para agredirla. Todo para impedir que gobierne la izquierda. Han vuelto a intoxicar las redes sociales de bulos y amenazas con el objetivo de sacar rédito electoral a esta situación. Prueba de ello es la advertencia que la Policía Nacional realizó el domingo 5, después de que la aparición de un millón y medio de cuentas en redes sociales relacionadas con el corvid-19 con intención de difundir noticias falsas para manipular a la opinión pública. Fijémonos en Portugal. El acuerdo se llame como se llame, será casi imposible, habrá que hacer de la necesidad virtud, para conseguir un pacto donde predomine la justicia social.

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