domingo, 6 de julio de 2014

POR FIN, EL CAMBIO

    Desde sus inicios, la historia del PSOE ha estado plagada de conflictos, como toda agrupación política de izquierdas tiene dificultades para encontrar el equilibrio entre socialismo, libertad y progreso en un mundo básicamente dominado por el capital. La “transición” de nuestra actual democracia exigió estructuras piramidales a los partidos como una necesidad para fortalecerla y mantenerla; amparados por una Ley Electoral que facilitaba el bipartidismo. El paso del tiempo nos ha ido enseñando que la profundización en el sistema de representación democrática que ahora exige nuestro pueblo, demanda una nueva forma de actuar que permita más libertad, más participación y mayor debate en las bases de los partidos para no quedarse definitivamente obsoletos. Una nueva generación de políticos socialistas puede y debe iniciar ese radical cambio. Lo peor ahora, como ya dijera Stéphane Hessel, sería la indiferencia (sólo el 39% ha hecho uso del aval). Sin duda la autoridad moral de ser elegido por todos es necesaria siempre pero no suficiente, necesita el trabajo y la unidad de todos, unas actitudes que deben acompañar al ejercicio de la participación y la libertad que ahora se exige.
     Los problemas que obligan al cambio vienen de muy atrás y están presentes en la política, no sólo en la española. Por tanto, es ingenuo pensar que van a desaparecer de la noche a la mañana. Aspectos como el clientelismo, la corrupción, la falta de transparencia, el desprecio a los órganos independientes y la escasa práctica del análisis político son algunas de esas tendencias que parecen formar parte de nuestro ADN. Pero no debemos por eso renunciar a intentar disminuirlos. Aunque hay aspectos que no deben demorarse como son los relacionados con la ética que incluyen el espíritu de sacrificio, la disponibilidad y la recuperación del orgullo de ser socialistas. Sin olvidar la necesidad de buscar la unión de la izquierda, más necesaria que nunca.
     Es indudable que algunos cargos salientes y ciertos barones autonómicos que aún mantienen el poder real y con él la vieja forma de actuar, no van a permanecer quietos o callados ante el cambio. La escuela de “el partido a mi servicio” o “la ropa sucia se lava en casa”, no desaparecerá de la noche a la mañana. Los militantes debemos analizar los programas de cada uno y sus influencias con aquellos que propiciaron los viejos esquemas. Tanto Eduardo Madina como Pedro Sánchez o Pérez Tapias deben ser conscientes de sus aliados que tienen aún poder e influencia, y de los compromisos de futuro con ellos. La reforma de la ejecutiva federal no es el único problema, también es necesaria en las federaciones regionales y en las agrupaciones provinciales y locales. Sin esas reformas a muchos militantes les parecería que todo se había movido para que todo siguiera igual. Sin esos cambios el trabajo y la unidad resultarían imposibles.
    Mirando a Europa, la referencia inevitable, vemos que se están produciendo algunos cambios significativos que parecen favorecer las políticas sociales de la socialdemocracia: el creciente poder de Sigmar Gabriel amenaza con hacer sombra a Merkel que ha empezado por ceder a la revisión de las políticas de austeridad que tanto daño están haciendo al Sur europeo (es la primera vez que la Canciller no impone su agenda). Por su parte Martin Schulz, de nuevo presidente de un europarlamento ahora con más competencias, puede ser más decisivo con un presidente como Juncker metido con calzador. Aunque no debemos olvidar que Draghi y Merkel siguen representando hoy el poder. La recuperación del socialismo en España puede representar el desequilibrio de la actual balanza de poder; con Renzi que ha conseguido una Italia más estable (ahora presidiendo la UE) y Francia con muchos años aún por delante. Es posible, aunque no fácil, que la izquierda española tenga su oportunidad.

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