domingo, 1 de marzo de 2015

ÉTICA, FORMAS Y HECHOS

    Durante el pasado debate sobre “El Estado de la Nación”, oyendo al presidente del gobierno, me vinieron a la mente reflexiones muy diversas que, aunque tenían que ver con el discurso, algunas se situaban en un grado de abstracción que permitiría analizarlo desde otra perspectiva. Pensaba: ¿Cómo Rajoy había llegado a las conclusiones que aparecían en su discurso? Hablaba de un mundo irreal que volvería a desilusionar a muchos españoles, que pensarían: “esto no tiene salida”, haciendo cada vez más difícil encontrar solución a los actuales problemas y las personas que  puedan realizarlas. Realmente no todos son iguales y este solo pensamiento puede ser el catalizador capaz de precipitar la solución.
    La ética en el ejercicio de una política democrática, pensaba, debería ajustarse a estos pocos y sencillos principios:
-Receptividad: todo político debe ser receptivo a las críticas y quejas de los ciudadanos. 
-Transparencia: hay que explicar siempre las intenciones, las pretensiones y cómo se van a llevar a término.
-Dignidad: nunca utilizar a las personas como instrumentos y objetos para conseguir otros fines. La dignidad de las personas exige la constante promoción de los derechos humanos.
-Distinción de fines: deben quedar claros los fines personales o partidistas, de los que afectan a la totalidad de la nación.
-Disposición de servicio: hay que vivir para la política y no de la política.
-Responsabilidad: requiere atender a ciudadanos y representantes a través de las instituciones;  asumir como propios los errores de los subordinados sin escudarse en las traiciones de los hombres de confianza, independientemente de la situación penal y tomar decisiones calculando siempre sus consecuencias para la comunidad.
    Sin hacer demasiados análisis podemos asegurar que ninguno de esos principios ha sido guía para la práctica política de este gobierno y su mejor anuncio hubiera sido un discurso breve y adelantar las elecciones generales. Me congratuló oír a Pedro Sánchez, sin que hubiera réplica de Rajoy, que era un político limpio. Estoy seguro que había muchos más en el hemiciclo y quizás sean también más humildes. Pero él lo dijo.
    En cuanto a los modos, la democracia exige mayor comprensión y mejores formas al gobierno que a la oposición como una forma de compensar las mayores ventajas que éste tiene, aunque nunca deben permitirse lenguajes fuera de lugar y ataques personales. Aquí Rajoy insultó personalmente a Sánchez e incluso, en un ataque de ira, se permitió modos de dictador al decir: “no debiera verle por aquí jamás”. Pero posiblemente lo peor fueron los aplausos de sus seguidores en estos, poco democráticos, momentos. Recordaron aquellos cinco minutos de aplausos con los que otros diputados del “PP” recibieron el anuncio de Aznar sobre la entrada de España en la guerra de Irak. En ningún momento realizó autocrítica, mostró humildad, reconoció que otras políticas eran posibles. Su intervención podría resumirse en una frase: “yo o el caos”.
    En cuanto a los hechos, en ningún momento mencionó la importancia de Draghi y sus palabras mágicas en julio de 2012 que marcaron la disminución de la prima de riesgo y no sus políticas. No se sostienen afirmaciones como: “España ha salido de la pesadilla sin desgarro social”, o su pertinaz engaño: “la gran medida de la legislatura ha sido evitar el rescate”. Tampoco habló de que las nuevas medidas supondrán el alejamiento del déficit, ni que el endeudamiento ha dejado atrás el billón de €…
    Sin duda, Pedro Sánchez siguió su buena racha y Rajoy bajó otro escalón.

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