domingo, 6 de septiembre de 2015

LA SOLIDARIDAD Y LA DEMOCRACIA QUE CONSTRUYE LA UE

    Quienes sufren la guerra en los países árabes que bordean el Mediterráneo tienen la idea, ya sabemos que falsa, de que sus vidas estarán seguras si consiguen llegar a la “Europa de los valores”. Los sirios, como otros países ribereños, consideran que seguir en su patria es una muerte segura y que Turquía no es estable, por eso buscan, aun a riesgo de sus vidas, la UE. Quieren dejar atrás una guerra que desde 2011 ha afectado a 7,5 millones de niños que necesitan ayuda urgente. Muchos de ellos han muerto en la guerra y otros buscando la Europa solidaria que no han encontrado, entre ellos el niño de la playa cuya imagen ha dado la vuelta al mundo y que nos ha sobrecogido a todos, a la vez que nos ha llenado de vergüenza. Pese a los avisos del desastre que se avecinaba, nada se ha hecho. Rajoy dijo hace dos días a Europa, posiblemente con razón, que no garantiza el futuro en España por el elevado número de parados. A los españoles nos insiste que cada día hay más trabajo y que nuestro futuro es espléndido. Sin duda acoger a refugiados y decir la verdad no da votos. El pequeño país de Líbano ha acogido 1.170.000 refugiados y Jordania a 620.000 a los que hay que ayudar con urgencia. Miles de europeos, al margen de sus gobiernos, han ofrecido ayuda, demostrando que hay solidaridad. Ahora, después de oír la ola de críticas, la UE va a actuar con el apoyo de Rajoy que ahora dice que es un tema de Estado. Curioso, ¿no?
   A la vista de lo ocurrido, Europa necesita aumentar considerablemente la ayuda al desarrollo para evitar los grandes desplazamientos, ayudando a propios y terceros países con una estrategia solidaria a largo plazo con las migraciones, para evitar la caótica y cruel militarización de las fronteras que estos días muestra la extrema derecha húngara. La UE no puede seguir violando los derechos humanos, pues esa conducta inhumana deslegitima la formación de una comunidad que basó su construcción sobre valores de solidaridad y democracia y no sólo sobre economía y finanzas.
   Por otro lado, la democracia que construye la UE con la iniciada globalización, no sigue el adecuado camino: el Tratado de Maastricht (2007) dio alas a la Comisión Europea para negociar tratados bilaterales en nombre de los estados, y hasta la fecha acostumbraba a hacerlo sin dar explicaciones. De hecho, en el TTIP entre UE y EE.UU., el negociador de Bruselas, Ignacio García Bercero, envió una carta a su homólogo norteamericano Daniel Mullany (5 de julio de 2014) comprometiéndose con su socio a que “todos los documentos relacionados con las negociaciones estarían cerrados al público durante 30 años”. El argumento de la Comisión de que no quieren destapar cartas para no arruinar la negociación se tambalea ante esta cifra: 30 años. Inadmisible. 
    Cuando arrancaron las negociaciones, en Bruselas apenas se daban explicaciones sobre los encuentros. Si los diputados dan a conocer lo que debaten se arriesgan a sufrir sanciones administrativas e incluso se exponen a verse involucrados en procesos penales. ¿De qué sirve leerlo si no puedo contarlo?, cuestionan algunos parlamentarios.
   El Observatorio Corporativo Europeo (CEO) estima que el 92% de las reuniones de la Comisión han sentado al otro lado de la mesa a las grandes empresas, quedando relegados los representantes de la sociedad civil. ¿Es todo eso democracia?
   La UE experimenta una paralización que le impide afrontar adecuadamente la globalización que pretenden: falta federalismo fiscal, unión bancaria y un sistema de toma de decisiones más ágil y democrático que impida tratados al margen de las leyes. Debemos darnos cuenta de que sin un modelo solidario y una democracia auténtica y participativa no podemos construir la “Europa de los valores” con la que soñamos.

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