domingo, 1 de noviembre de 2015

¿HACIA DONDE VA LA U.E.?

   En el Acta Única, en vigor desde 1986, se optó por que la comunicación de la Comisión Europea con la “sociedad civil” se hiciera por medio del sistema de “lobbies”. Y aunque las asociaciones ecologistas o de consumidores son consultadas por ésta, su capital cultural, económico y social no se puede comparar con la realidad de los 15.000 lobistas de las empresas presentes en Bruselas, que influyen en todo el proceso legislativo. Por otro lado, el Tratado de Maastricht (2007) dio alas a la Comisión para negociar tratados bilaterales en nombre de los estados, y hasta la fecha lo ha hecho sin dar explicaciones. Actualmente, dentro del proceso globalizador, antes de iniciar la negociación del TTIP (tratado entre E.E.U.U. y la U.E.), el jefe negociador de Bruselas, Ignacio García Bercero, envió una carta a su homólogo norteamericano Daniel Mullany (5 de julio de 2014) comprometiéndose con su socio a que “todos los documentos relacionados con las negociaciones estarían cerrados al público durante 30 años”. En esta situación, se están negociando los tratados de servicios que afectan a 50 países y otro, entre la U.E. y Canadá; conocidos en inglés como TISA y CETA. En ellos darán predominio a las multinacionales sobre las justicias nacionales y sobre los estados democráticos, pese a que la última palabra corresponderá legalmente a los Estados. Los partidos deberían pronunciarse en sus programas, el 20-D, pues hay mucho en juego.
   El político y ensayista francés, Sami Naïr, apuntaba hace unas semanas: “Europa está sumida en una crisis profunda, que si no cambia de herramientas y de orientación y sigue con los límites de deuda y su política económica, va a un estallido seguro y sin salida”. Añadiendo: “Cuando uno ve que los alemanes siguen ese camino, que además entraña el crecimiento de la xenofobia y la desconfianza entre pueblos, significa que ellos han elegido la separación y que probablemente, quieren salirse del euro y recuperar su mercado. Todo esto es muy peligroso, porque el norte de Europa está desarrollando un singular racismo contra los países del sur.”
    El BCE reconoce que la moneda única no funciona como se había previsto. Lejos de facilitar el desarrollo y la integración entre los países miembros, la unión monetaria ha potenciado las divisiones entre el norte prestamista y el sur deudor. El informe del BCE reconoce que no ha habido ningún tipo de avance hacia la convergencia real entre los 12 países que formaron parte del euro en sus años iniciales: Alemania, Francia, Italia, Bélgica, Finlandia, Grecia, Irlanda, Luxemburgo, Países Bajos, Austria, Portugal y España. Las decepcionantes cifras de competitividad, empleo y crecimiento, están muy lejos de lo que se pensó inicialmente de manera especial para los países del sur, no así para Alemania que ha sido la gran beneficiada. Dejar a los bancos privados la tarea de unir a Europa ha sido un fracaso estruendoso que ha envuelto a estos países en la mayor crisis de su historia y al no presentar ninguna vía de salida, la crisis se puede alargar por otros ocho años sin que exista ninguna luz real. 
    Por último, está claro que los problemas económicos y del euro han quedado ocultos por el problema de los refugiados, pero no resueltos. Esta nueva crisis descubre el auge de los nacionalismos excluyentes, poniendo en cuestión el acuerdo de Schengen, levantando de nuevo las fronteras. Alemania está perdiendo prestigio (existen enormes crisis en Volkswagen y Deutsch Bank, entre otros) y Merkel está siendo cuestionada en su propio país. Así, la iniciada globalización es un riesgo para los ciudadanos europeos. Mientras existan paraísos fiscales operando, el beneficio económico predominará sobre los derechos de los ciudadanos. No olvidemos nunca, que los fundadores de la UE pensaron que para la integración de todos los países era imprescindible la solidaridad.

  

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