domingo, 27 de marzo de 2016

LOS VALORES DE EUROPA

    Los últimos meses han sido enormemente duros para Europa y merecen una seria y profunda reflexión. Los atentados de Bruselas, los anteriores en París, y los más lejanos de Londres, Madrid y EE.UU. provocaron y provocan la alarma, haciendo aflorar los más nobles sentimientos humanos de todo el mundo y especialmente de los países europeos que se han unido en el dolor con muestras cargadas de autenticidad. Incluso en España, los atentados de Bruselas han servido para unir a todas las fuerzas políticas que hasta el día de antes sólo defendían su parcela partidaria. Muchos analistas sostienen que este terrorismo renovado es la guerra del siglo XXI, aunque al mismo tiempo se tiene la impresión de que occidente en general, el espacio confortable por excelencia, y sus gobernantes en particular, no son conscientes de lo que nos estamos jugando y pronto pasaremos página, hasta el siguiente atentado.
    Conviene para situarnos que veamos el reciente pasado con mirada crítica:
    El enemigo parece cargado de fanatismo religioso (aunque algunos no conocen el Corán), lo que no les impide actuar con inteligencia y profesionalidad, usando estrategias y armamento adecuado tanto en el terrorismo como en las zonas de guerra abierta. Recordemos que Occidente ha intervenido, empeorando la situación, en Irak, Afganistán y Siria, despertando el odio que constituye el arma principal de este terrorismo. Valoramos poco los atentados en países islámicos como Irak, Mali, Túnez, Nigeria, Somalia, Libia que indican que no todos son enemigos. No debemos olvidar que toda guerra, abierta o terrorista, se mantiene con dinero que, en este caso, procede básicamente de comercio con países occidentales y otros que se dicen amigos y que utilizan las tecnologías de occidente. La prueba es que, pese al dolor que ocasionan, el contrabando de armas no para. Hay muchos interesados en este juego que hacen la vista gorda. Los beneficios llegan a puntos tan lejanos como los anuncios en el deporte.
    Sabemos que el odio y el sentimiento religioso son la energía que anima a luchar y morir a los combatientes. Europa contrapone un mensaje, quizás menos potente en apariencia, pero cargado de elementos positivos, como es la defensa de los valores democráticos que aúnan voluntades para llevarnos a la victoria. Pero para que el mensaje sea creíble y eficaz, debemos hacer desde Europa una seria autocrítica
    La misma Comisión Europea ha roto esta semana el fuego de los despropósitos culpando a los gobiernos de no estar preparados para el terrorismo, dejando al descubierto en la reunión de ministros del Interior, que no se cumplen las normas y que no se fían unos de otros. Por otro lado el elemento de unión, es decir la solidaridad, ha dejado de existir; basta saber que los más ricos pagan menos intereses por los préstamos que los pobres y los bancos de los más ricos hacen negocio con los intereses de los más pobres a la vez que fuerzan a políticas asociales para garantizar el pago. Estas últimas semanas hemos asistido a la deshumanización en el trato que damos a los refugiados, incumpliendo los acuerdos de la ONU sobre derechos humanos. A la vez, la democracia no sigue las pautas normalizadas como demuestran las negociaciones de los tratados internacionales como el TTIP o el TiSA, así como la creciente influencia de los lobbies, ya mayor que la de la representación de los ciudadanos, en las decisiones... Lo que está produciendo un fuerte resurgir de los partidos xenófobos y de extrema derecha.
    Esta guerra es difícil, pero hay que afrontarla y ganarla, reforzando nuestros valores democráticos, la solidaridad entre pueblos y los derechos humanos. Acelerando la unión política y cumpliendo lo acordado, sin las limitaciones que imponen nuestros propios miedos e intereses. La Europa actual debe recuperar sus valores de origen.

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