domingo, 29 de octubre de 2017

GENERALIDADES SOBRE NACIONALISMO

 (basado en un trabajo realizado en la Universidad el 30 de abril de 1999)

  La pragmática social y política del desarrollo nacionalista hace, de su breve contenido teórico, una realidad tremendamente compleja y hasta diría que diabólica, cargada de sentimientos extremos, de demagogia, de insolidaridad, de intereses... Todo ello con el acompañamiento de fundamentalismos ideológicos, comparables a los más exaltados de tipo religioso, con los que con frecuencia se mezcla.
   La práctica de la ideología nacionalista necesita crear en el partidario el orgullo por su nación, siempre portadora de altos valores. Este orgullo que podía ser positivo, limitándose a resaltar lo propio, demanda imperativamente, humillar lo ajeno. Humillación que se hace patente, de una manera especial, con los individuos mas cercanos a su diario vivir. 
   Un eminente estudioso del nacionalismo irlandés, Conor Cruise O´Brién, afirma “Todo nacionalista escucha voces ancestrales que le reclaman una deuda de sangre”.
   Con frecuencia sus ideólogos fabrican un universo de ideas, razones y creencias, que les hacen invulnerables a cualquier forma de crítica, sea razonable o no, que surja fuera de su propio campo e incluso dentro de él, si no nace en la cúspide de los que detentan la salvaguarda del ideal. Para un nacionalista, cualquier no nacionalista está incapacitado para entender la profunda hondura de sus altas razones y como consecuencia, de sus generosos, sublimes y altruistas comportamientos. 
   Esta construcción intelectual blinda la mente del nacionalista ante cualquier razonamiento externo que pudiera disuadirle, o al menos hacerle dudar de su idea. Es una vacuna frente al contagio de las perversas y opresoras ideas del mundo no nacionalista, que no descansa en su propósito de hacer desaparecer su sublime legado y sus altos valores.
   George Orwell, en “Notas Sobre el Nacionalismo” (1945), decía al respecto: “El buen nacionalista, además de rehuir la desaprobación de las atrocidades cometidas por su propio bando, desarrolla una notable capacidad de sordera para percibirlas”. De esta forma la teoría solo adquirirá un valor real, cuando sea sometida a la prueba y deformaciones en presencia de las impurezas que, en cada caso, aporte la realidad social o política.
   La existencia en España de pueblos diferenciados, con caracteres culturales que les son propios; la posición geográfica respecto a zonas de mayor peso cultural, el relieve y el clima, han producido su propio crisol a la hora de fundir los valores esenciales que aporta cada invasión. La romanización, la etapa visigoda, la invasión árabe y la reconquista, dejaron distinto arraigo e influencia en los territorios peninsulares. Lo más curioso es que el siglo XIX y sobre todo el XX, en el que resurgen los nacionalismos, son siglos de una tremenda homogeneización cultural. Homogeneización que alcanza su punto culminante en el último cuarto del siglo XX, que produce, curiosamente, el resurgir nacionalista.
   El catalanismo político nace del federalismo defendido por Pi Margall, con motivo de la revolución de 1868, aunque Pi Margall nunca fue nacionalista. La Cataluña actual ha tenido, como eje director, en todo momento, la enorme personalidad de Barcelona, que ha aportado a lo largo de los siglos su componente urbana y abierta, dotada de un apreciable sentido de la convivencia, características que la curan de muchos problemas del nacionalismo. Hoy, el resurgir del nacionalismo catalán lo hace lleno de torpezas añadidas que no conviene despreciar a la hora de buscar soluciones.

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