domingo, 6 de mayo de 2018

EL DOMINIO DE LA POLÍTICA-FICCIÓN (un análisis de la motivación del voto)

   Para entender el término política-ficción, tomaremos como referencia las últimas elecciones autonómicas realizadas en Cataluña, en las que unos y otros las presentaban como la solución completa de sus deseos, sus sueños y sus sentimientos más sublimes. Cada persona lo iba a solucionar todo ello en las urnas; unos lo conseguirían simplemente con la independencia y otros con mantenerse en la unidad de España. Pero del mismo modo que usar un bisturí no significa que se esté realizando un acto quirúrgico, usar las urnas de esa forma no significa que se esté realizando un acto democrático. Por eso es importante entender que la solución puede encontrarse en  programas viables, razonados, analizados y con alguna carga utópica, los que motiven la decisión y no basarse exclusivamente en sentimientos y sueños, sin carga de razón. La solución que salga de unas urnas, sin el proceso democrático previo que aporte soluciones programáticas que se debatirán sin coacciones, como base de un proceso de sensaciones, razones y experiencias, será real y libre pero sin valores democráticos. 
   Los vientos del neoliberalismo han conseguido convertir la política en un mundo virtual. Se borran con sentimientos o miedos los conflictos cercanos a la experiencia de la gente (sanidad, educación, trabajo, pensiones, libertad) y se impone como alternativa la discusión abstracta (guerras de banderas, informaciones sensacionalistas, medias verdades y otras tácticas partidistas). Más que solucionar problemas, los partidos juegan a quitarse los votos. No se trata de dar soluciones reales a los problemas para ganarse el voto, sino de buscarlo a cualquier precio, aunque sea a costa de agravarlos.
   De esta forma, el neoliberalismo catalán pudo así sustituir su corrupción, con el uso sectario de las instituciones, liquidando la sanidad pública, la educación y los derechos laborales con el relato de una Cataluña oprimida por España, que permitió la extraña unidad con ERC, un partido de pensamiento político distinto, que no reparó en sus diferencias y corrupciones y se dejó llevar ante el sentimiento independentista.
   En las elecciones del resto de España aparece también esa tendencia a la fidelidad sentimental para tapar corrupciones, motivada además por el recuerdo de la Guerra Civil y de la represión posterior que en cierta forma ha condicionado una política singular que ha impedido la colaboración entre los aún permanentes bandos que nos singularizan respecto a otros países de Europa. Después de tantos años aún no hemos sabido pactar la paz y la figura de Franco sigue condicionándonos. Los españoles debemos conocer realmente la historia de ese tiempo y empezar a pensar en un futuro que ya sabemos que debemos andar todos juntos para alcanzar las metas del complejo mundo en que nos ha tocado vivir. De otro modo estaremos incapacitados para elegir bien, pues elegiremos al más afín con nuestro pasado o con nuestros afectos.
   Es necesario reconocer que estos elementos emocionales coexisten con las más variadas motivaciones. El asesor en comunicación política Luis Arroyo, nos dice que a veces "el primer voto es como el primer amor", es como si se estableciera un vínculo entre el votante y el partido. Es fácil que un votante recuerde con qué candidato se estrenó en las urnas, aunque luego cambie de partido en función de la situación política general o la variación de su entorno. Esa es la cuestión que se repite en los despachos políticos o en los centros de estudio. Antes que quién ganará las elecciones, aparece la pregunta del porqué votarán los ciudadanos, si lo harán con el sentimiento o con la cabeza, por ideología o por castigo. Si lo hacen porque sí, por fidelidad, o porque están hartos y les seduce la idea del cambio. Todo ello son indicios de la escasa formación política y de la historia reciente que recibe el ciudadano español en estos momentos.

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