domingo, 3 de agosto de 2014

SEGURIDAD, TAMBIÉN PARA LOS PALESTINOS

    Palestina, la vieja tierra de las tres religiones monoteístas, con frecuencia nos conmueve, nos indigna y nos llena de vergüenza cuando Israel de nuevo, alegando razones de seguridad, quita la vida a mujeres y niños en respuestas desproporcionadas, despreciando todas las leyes vigentes, aplicando la “Ley del Talión”. Ya nadie piensa como Isaac Rabin, ni defiende que Palestina necesite también seguridad para vivir.
    La historia nos demuestra que esta guerra nace por la ocupación del territorio palestino por parte de Israel y no por la religión. La lucha palestina no es terrorismo islamista, aunque algunos quieran hacérnoslo creer. La crueldad nace de la enorme desproporción de los contendientes. Israel ha ido realizando la eliminación sistemática del pueblo palestino, el habitante autóctono de la zona, pese a las resoluciones de la ONU. Antes de la creación del estado de Israel, el terrorismo sionista atacaba aldeas para hacer imposible la vida y así expulsar de su tierra al pueblo palestino: la aldea de Deir Yassin fue atacada en abril de 1948 (era dominio británico) por terroristas sionistas de Irgún, matando a sus 254 habitantes. Con la creación de Israel, en mayo de ese año, siguió el acoso a las aldeas palestinas contiguas con actos de terrorismo, obligándolas a un éxodo de más de 200.000 personas. A finales del 1948 ese éxodo superó los 800.000.  
    Más adelante la corrupción de Fatah (el partido fundado por Yasser Arafat) propició que Hamás ganara las elecciones legislativas de 2006. La reacción de Fatah, detentadora de la Presidencia del Estado, fue el rechazo de la oferta de Hamás para formar un gobierno de unidad nacional, que supuso la guerra interna y la división entre Gaza, gobernada por Hamás, y Cisjordania por Fatah. La franja de Gaza, pese a la violencia condenable de Hamás, ha sido gobernada con orden y honradez. La desproporción en las respuestas de Israel está justificando la actitud de Hamás. Israel está sometiendo a continuos controles a los gazatíes que hacen imposible la normalización de su vida y su seguridad. Cisjordania, por su parte, vive afectada por la construcción de un muro que divide barrios, separa escuelas y aleja familias. Una auténtica cárcel. La Carta de los derechos humanos es desconocida en ambos espacios. Mientras tanto, los palestinos de Jerusalén Este ven destruidas sus casas que habitarán judíos.
    La situación, que no parece tener fin, ha producido un acercamiento entre los gobiernos de Cisjordania y Gaza. Además, la injusta respuesta está demostrando que los soldados de Hamás están mejor armados, más organizados y son más eficaces. A la vez que Cisjordania y Jerusalén Este se movilizan juntos contra los ataques y la ocupación. Los bombardeos han causado más de 1.400 muertos, la inmensa mayoría civiles, de ellos más de 330 niños; destruido el 70% de los edificios donde hay centros de la ONU, colegios, hospitales y el suministro de electricidad y agua. Una guerra de exterminio. La excusa: el asesinato de tres  jóvenes, al parecer un crimen exclusivamente civil. Esperemos que los culpables de los crímenes de guerra sean juzgados.   
     Palestina es una herida abierta a las puertas de Europa, donde la intransigencia está creando un semillero de odios que desprestigia a EE.UU, su valedor y primer vendedor de armas e incluso para el propio ejército de Israel, prisionero de unos métodos contra la población civil cuyas imágenes llenan de indignación al mundo. Los que sufrieron el Holocausto no deben olvidar que la acumulación de odio puede crear crueldades futuras irracionales e impredecibles, donde siempre pagan los inocentes.
    La solución no es la continuación de los proyectiles de Hamás, ni los continuos controles y desproporcionadas represalias de los israelitas. El tiempo hará inevitable la presencia de los dos estados en libertad y seguridad bajo la tutela internacional.  

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